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miércoles, julio 23, 2008

Soluciones al conflicto desde la sociedad civil, independientemente de cuál sea el gobierno

si todos esperáramos o hiciéramos fuerza para que el comienzo de una paz duradera ocurriera solamente durante el gobierno de los presidentes que nos gustan o por lo menos no lo fuera en alguno de los presidentes que nos disgustan, siempre habrían colombianos mezquinos que quisieran que el conflicto durase al menos un poquito más

El pasado domingo 20 de julio la UCJD al igual que muchos colombianos salió a manifestarse por la libertad y la paz en Bogotá y otras ciudades del país. Además de eso pidió el apoyo de aliados internacionales, que tuvo expresiones de máximo respaldo por parte de organizaciones amigas en España, Francia, Holanda, Finlandia y Azerbaiyán.

La marcha a la que respaldaron muchas personas de la comunidad internacional se suma a las manifestaciones que desde la sociedad civil se han convocado en el último año para rechazar todo tipo de violencia. Lo que muestra un mayor compromiso y conciencia de los colombianos, buscando de manera desesperada acabar con el conflicto prolongado.

Al mismo tiempo, varios de los que nos oponemos al gobierno nacional, nos preocupaba que la marcha del 20 de julio se convirtiera más en un respaldo a las políticas de éste, que en el llamado a la libertad y la paz en Colombia. Sin duda que hubo varios ciudadanos que salieron más para clamar por una nueva elección del presidente, pero aun la pregunta que varios nos hacíamos era la de si con todo y eso no era deseable y pertinente el salir a la calle y pronunciarnos por la libertad de los secuestrados; más aún, si nuestra presencia en las marchas, más allá de que nos sintamos como moscos en leche ante tantos uribistas o chavistas en marchas de distinta naturaleza, es deseable, pertinente y necesaria. Y mucho más aún, vale la pena preguntar si la sociedad civil debe pronunciarse y pensarse soluciones al conflicto, independientemente de cuál sea el gobierno en determinado momento.

Creo que la respuesta debe ser afirmativa ante estas preguntas, por que de otra forma habría un callejón sin salida, una sociedad sin mínimos consensos para construir una paz duradera. Para llegar a tal conclusión hacía la siguiente reflexión en mi cabeza: Trataba de ponerme en los zapatos de alguien que le gustara mucho el gobierno actual y que al mismo tiempo le disgustara demasiado si el presidente fuera una Ingrid Betancourt, un Antanas Mockus o un Gustavo Petro, por solo poner unos ejemplos.

Me imaginaba a esa persona durante el gobierno de alguno de estos políticos y me imaginaba igualmente una sociedad que salía masivamente a las calles a pronunciarse en contra de la violencia. Intentaba imaginar qué pensaría esa persona si dicho supuesto presidente estuviera a punto de firmar la paz con todos los grupos armados ilegales –lejos de afirmar que la paz con el gobierno de Uribe este cercana-. En este sentido, creo que a ese ciudadano le preocuparía que en las páginas de la historia de Colombia figurara el nombre de dicho presidente como el que terminó con el conflicto. Conjeturaba entonces sobre la fuerza que podía hacer tal individuo para que los grupos armados se mantuvieran en el monte, en la resistencia -o como se quiera- hasta que llegara al poder otro presidente que si le gustara. En consecuencia, ese ciudadano no saldría a las calles como los otros colombianos de manera masiva.

Pensaba, cuando me figuraba todo este escenario de la mente del ciudadano, que si todos esperáramos o hiciéramos fuerza para que el comienzo de una paz duradera ocurriera solamente durante el gobierno de los presidentes que nos gustan o por lo menos no lo fuera en alguno de los presidentes que nos disgustan, siempre habrían colombianos mezquinos que quisieran que el conflicto durase al menos un poquito más; nunca nos pondríamos de acuerdo sobre cuándo sería el momento más apropiado; nunca habría un mínimo consenso de la sociedad civil para vivir en paz, y lo peor, todo eso a pesar de que las muertes, secuestros, desplazamientos, masacres, etc., continuarían por esperar dicho “momento apropiado”.

Por eso, muy bueno que la sociedad civil colombiana se pronuncie con vehemencia tratando de buscar respuestas hacia el fin del conflicto de parte de los grupos armados. El que muchas personas no hayan salido en la marcha del 4 de febrero por miedo a que se convirtiera en un aplauso a la gestión del gobierno colombiano, o que muchas otras no hayan salido a la marcha del 6 de marzo por miedo a que se convirtiera en un aplauso a la gestión del gobierno venezolano; precisamente debería servir para reflexionar en una lógica inversa.

Para que no se convirtieran en aplausos a uno u otro gobierno, las marchas deberían haber tenido por sobretodo la presencia de aquellas personas que disgustan de los gobiernos que en principio tales manifestaciones tendieron a respaldar más. Y es que el hecho de que la sociedad civil colombiana se pronuncie vehementemente en contra del conflicto de manera conjunta y a pesar de las diferencias ideológicas, propicia que la paz dependa de la ella misma –de hecho la que más sufre del conflicto- y no del beneplácito de uno u otro personaje; de paso se les roba el protagonismo a los mismos gobiernos; no se escribe en la historia del fin del conflicto el nombre de ningún presidente, y lo mejor, se construye una paz duradera en la que hay mínimos consensos.