En los últimos días, a propósito del debate interno del Polo Democrático que saltó a la opinión pública -en su mayoría desinformada-, acerca de la posición institucional del partido frente a las FARC, las palabras más tristemente escuchadas han sido: “pero si es obvio…”.
Para muchos es obvio que después de cincuenta años de conflicto todo el mundo está aburrido de las FARC, para otros está clarísimo que la izquierda desarmada condena esa guerrilla, para no pocos es innecesario recordar que si uno censura a las AUC del mismo modo reprocha la insurgencia, para otros tantos es indiscutible que si un partido no celebra los elogios de un grupo armado es porque no los comparte, para algunos otros el reprochar de manera general el uso ilegal de las armas es suficiente para revelar el rechazo a los grupos en conflicto, no faltan los que justifican el silencio o ambigüedad de la izquierda democrática ante las FARC con la persistente connivencia de las fuerzas uribistas y los parapolíticos, y por supuesto, están los más elementales que reducen el tema al liderazgo de Gustavo Petro.
Pues no. Craso e innecesario riesgo corre la izquierda realmente democrática al dar las cosas por sabidas y creer que todo esto es obvio.
El reclamo por la salida negociada del conflicto se convirtió, desde las pasadas elecciones presidenciales, en la premisa más popular, más repetida; hoy en día es lo políticamente correcto y lo que ningún partido, sea cual sea su tendencia, se atrevería a negar públicamente. A pesar de que hay que seguirlo repitiendo cuantas veces sea necesario, el Polo Democrático debe estar un paso adelante en las propuestas para el país. Y empezar por incriminar a las FARC es un buen comienzo para ser un partido realmente alternativo.
Porque no puede la izquierda realmente democrática caer en la trampa retórica de quienes creen que el que castiga públicamente a las FARC se vuelve automáticamente uribista. Tampoco pueden los hoy candidatos del Polo Democrático en todo el país abstenerse de rechazar pública y privadamente tanto a los paramilitares como a la izquierda armada.
Ahora bien, hay quienes para desviar la discusión dicen que si uno es riguroso debe pedirle al Polo Democrático, frente a las FARC, la misma actitud de rechazo público que le pide a las fuerzas uribistas frente a los parapolíticos. No. En realidad si uno fuera riguroso no debería subordinar una situación a la otra.
Por supuesto que la apuesta ética y política de una sociedad civilizada se debe ver expresada en que todos sus partidos repelen toda ingerencia de paramilitares o guerrillas en sus filas y campañas. Sin embargo, esa apuesta general no puede eximir a cada partido de la reflexión y las medidas que de manera particular le corresponde tomar para blindarse, frente al evidente interés de todos los grupos armados de participar “veladamente” en la política electoral.
Nada de esto niega que en medio del debilitado régimen político colombiano, el Polo tenga la oportunidad histórica de reunir e intentar un consenso entre las diversas tendencias de la izquierda democrática que le han apostado a la construcción de un partido moderno, heterogéneo por naturaleza. Ahora bien, la cuestión estaría entonces en armonizar tal oportunidad de unidad, con la responsabilidad, también única del Polo Democrático, para facilitar el acuerdo humanitario y la salida negociada del conflicto. Se trata de poner ahí toda la experiencia y autoridad moral que todavía sostiene el Polo frente a otros partidos a la hora de demostrar que sí se pueden abandonar las armas y hacer política exitosa y transformadora en la civilidad.
Lo único que toda esta discusión realmente revela es la complejidad del conflicto armado y sus protagonistas. Pero no nos podemos dejar confundir y poner la luz del foco en el lugar equivocado, por ejemplo para discutir si el Polo debió o no hacer pública su deliberación interna, y más o menos aún en época electoral. Eso ya es una sutileza a la hora de aprovechar la oportunidad grandiosa de sentar nuevas bases para un diálogo nacional sobre la paz y la guerra. Un diálogo del que el Polo debe salir fortalecido como partido y con el liderazgo único en el debate nacional de la política y la guerra.
Andrea Arboleda B.
Presidenta
UCJD Bogotá
